Hijos Triunfadores
Luís Baba Nakao (Marzo de 2007)
“Con veinte
años todos tienen el rostro que Dios les ha dado;
con cuarenta
el rostro que les ha dado la vida
y con
sesenta el que se merecen”
ALBERT SCHWEITZER.
Hace
unos siglos un famoso pensador griego dijo: ‘Lo único permanentes que vivimos
en un mundo de cambios’. Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo
del futuro, no el mundo de nuestros padres ni el nuestro. En este mundo actual
lo determinante para triunfar será el carácter, no exactamente el conocimiento,
como muchos pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente,
hacer de los fracasos un desafío y no una
tragedia…, eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal.
Para
los trabajadores independientes será un auto requisito. Un hijo forjará
carácter si percibe claramente la autoridad de los padres. Con presencia de
autoridad los niños y jóvenes a su vez actuarán con autoridad para resolver sus
problemas; actuarán por determinaciones. Sin presencia de autoridad nuestros
hijos serán débiles de carácter y actuarán por impulsos con los consecuentes problemas
de adaptación.
¿Exceso
de autoridad? Siempre será mejor exceso que falta de autoridad. El límite de
autoridad lo pone la siguiente regla: ‘La autoridad no debe humillar’.
Básicamente lo que es el niño o el joven hoy será el adulto del mañana. De vez
en cuando hay que mirar al hijo como un adulto potencial.
¿Queremos
que nuestros hijos no sufran? Entonces hay que prepararlos para sufrir. No
podemos estarle evitando todo el tiempo todo posible sufrimiento ¿si no cuándo
aprenderá? Debe comprender la muerte, los problemas de la vida, los problemas
en el trato de sus congéneres. No debemos resolverles todos los problemas, hay
que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas
exitosas y duraderas sin un poco de sufrimiento. ¿Alguien imagina a un campeón
de atletismo que no sufra para lograr sus marcas? Eso se aplica a todo tipo de
campeón y a todo tipo de actividad. Siempre hay que pensar que, en parte, no
queremos que ellos sufran para no sufrir nosotros, pero les hacemos un daño con
miras al futuro. Hay que enseñarles a hacer ESFUERZOS SUPLEMENTARIOS. Que
sepan que siempre se puede un poquito más. Recuerda que nadie recoge su cosecha
sin sembrar muchas semillas y abonar mucha tierra. Es muy importante enseñarles
a carecer, es decir a ‘sentir la falta de’ y arreglárselas por sí mismos. Hay
chicos que no juegan su deporte si no tienen zapatillas de ‘marca’. Si no aprendes
a carecer no aprendes a arreglártelas. Aunque tengamos para darles el 100%, los
chicos deben saber el valor de las cosas. Si no lo hacen de chicos, les será
muy difícil de adultos y allí sí que van a sufrir y nosotros también con ellos.
¿Cómo les enseñamos a carecer? ¡Dándoles un poquito menos de lo que
necesitan! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a
apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida
porque muchas veces se goza en las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.
Una
excelente escuela para aprender a carecer (sin morir en el intento) es la mesa
del hogar, la comida. ¿Qué debemos darles de comer? ¡Lo que nosotros decidamos
que es bueno para ellos! Es no sólo por su bien estomacal, sino que es
una excelente forma de que aprendan a carecer, que no sean ingratos, que no
sean quejosos. ‘Mami… no me gustan las lentejas’. Si quieren hacerles un bien
para la vida, denles las lentejas. Habrá berrinches, no se exalten (autoridad
no es gritar), que no coma si no quiere, pero cuando le vuelva el hambre:
¡SORPRESA! ¡Las lentejas del refrigerador calentadas!
Parece
increíble, pero si no hacemos este tipo de cosas no se podrá adaptar. La comida
es una buena escuela del carecer, pues así no serán quisquillosos en sus
relaciones sociales, en el trabajo y en el mundo real.
También
hay que educarlos en el servicio. Una familia normal es un equipo de trabajo
con pocas tareas: tender la cama, limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar
la casa, etc. Hay que educarlos para que realicen labores de hogar, aunque lo
hagan mal al principio. Si no hacen este tipo de servicios luego tendrán
problemas. Las escuelas más importantes de liderazgo del mundo enseñan a los
jóvenes a carecer, para que sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.
¿Mesadas?
Que sean una cantidad fija, más bien, semanales y algo menos de lo que creen
que necesitan. Así aprenden a administrar el dinero. Claro que se deben aceptar
excepciones, pero conversadas serenamente.
Construyamos
hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos. Que se superen a sí
mismos. Que tomen los problemas como desafíos para mejorar. Recuerden que nadie
alcanza altura con un solo vuelo. También hay que ilusionarlos con ideales,
metas futuras, sueños para que sean buenos de corazón. Importante también es
estar convencidos de que triunfador no equivale a tener ‘dinero o propiedades’,
triunfadores son aquellos que son felices con lo que hacen, con su vida.
Solamente así podrán hacer felices a otros.
Los
hijos con carácter templado, conocimiento del carecer, educados en el servicio
y plenos de amor e ilusiones serán hijos triunfadores.
Los
padres tenemos la gran responsabilidad de criar hijos que transformen nuestro
país, en uno donde reine la libertad, la abundancia, la justicia y sobre todo
la felicidad.
Luís Baba Nakao (Marzo de 2007)